martes, 14 de febrero de 2012

Marinero, ¿dónde está tu mar?

Conocí el mar en el invierno de 1945 en una bahía del Caribe. Se llamaba Judith y apenas llegaba a los veintiún años. 
Fue entonces, en cuanto la vi, cuando un remolino comenzó a crecer en el ambiente, envolviéndome con la frescura con la que sus largas y finas piernas se movían, y no demoré demasiado tiempo en caer en su interior.
No recuerdo bien si fue la luna que estaba demasiado alta, o si fue el alcohol que nos bebíamos a grandes tragos sin pensarlo, lo que hizo que aquella apacible noche de Diciembre, aquella guapa enfermera de la que pocos recuerdos me quedan, acabase en mi cama. En cambio, jamás se ha ido de mi memoria la sensación de ahogo que sentí cuando las olas doradas de su pelo me envolvieron, agitando por primera y única vez los latidos de mi maltrecho corazón.

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